viernes, 31 de mayo de 2013

Primer Concierto de Percusiones en la Historia de Colima


Armería se encuentra ubicado al sur del estado de Colima, en México, limitando con el Océano Pacífico a lo largo de 15.3 kilómetros de costa. Es el municipio más joven de Colima, tiene apenas 34 años con dicha categoría. Existen varias interpretaciones respecto al origen del nombre de Armería; algunas establecen que ahí se "armaban barcos"; otra, que existía una hacienda denominada con ese nombre; también se sabe que en los tiempos de la colonia existía en ese lugar un destacamento de guardias virreinales que daban garantías a las diligencias y viajeros que transitaban por el antiguo “Camino Real de Colima” y una más "lugar donde se guardan armas".


Cualquiera pensaría que las únicas percusiones que se oyen ahí son las de armas de fuego; pero bueno, si se llama Armería, ¿qué se puede esperar?... eso, esperar. La oferta cultural del municipio es limitada, carece de espacios donde se puedan explotar las diversas manifestaciones artísticas y culturales. La realidad es corta e inmediata, dista de la misma cultura general que toda humanidad merece. Su vida parece una muerte segura, pues muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música...

La tarde del jueves 16 de mayo del año 2013 cambió la historia, varios instrumentos hasta ese día desconocidos por muchos llegaron al municipio de Armería para percutir en los oídos de más de cien adolescentes y maestros. Instrumentos musicales de percusión cobraron vida a pulso, pues vivimos con el ritmo, aún desde antes de nacer, a través de los latidos del corazón de nuestra madre y otros ritmos más sutiles como la respiración. Los humanos somos seres musicales por naturaleza; si bien no todos somos capaces de hacer música, tenemos la capacidad para sentirla y gozarla.

Las circanstancias convergieron:  una escuela secundaria inserta en una localidad carente de ofrecer semejante concierto y un joven ansioso por difundir un instrumento por todas las latitudes de su estado natal motivaron y detonó lo que fue el Primer Concierto de Percusiones en el Estado de Colima,  parece increible dicha demominación, pero no puede tener otra.



El auditorio Gustavo Vázquez Montes, ubicado en la plaza principal de Armería albergó dicho acontecimiento que sin más escenografía que una marimba de concierto (única en el Estado de Colima), un par de bongos, una tarola y el protagonista Felipe Ávalos Cervantes cautivaron a los presentes en cuestión de una hora. Suficiente para dar una muestra de otros sonidos, de otras formas musicales, de nuevas sensaciones.

Nació en Colima, Colima. Inició sus estudios musicales en la Banda Sinfónica Juvenil de Colima en 1998. Estudió trompeta y piano en el Instituto Universitario de Bellas Artes de la U. de C., donde obtuvo el grado de Técnico en Artes. Posteriormente estudió la carrera de percusiones en el Conservatorio de Las Rosas y la Facultad de Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde obtuvo el grado de Licenciado en Música con especialidad en Percusiones.
Ha tomado clases con algunos de los más prestigiosos percusionistas y músicos del mundo. Ha sido integrante, solista y director artístico de numerosos grupos de diversos géneros musicales, desde música sinfónica, folklórica, popular y jazz. Ha realizado giras con numerosos artistas, desempeñándose como percusionista, baterista, arreglista y director musical, tanto en conciertos como en grabaciones. Se ha presentado en numerosos escenarios importantes de México y España.
Ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su desempeño musical y académico. Actualmente se dedica a la difusión de la música para percusiones, de manera independiente. Así mismo, es  integrante del grupo de música instrumental de la Universidad de Colima, el trío de jazz After Eight y maestro particular de instrumentos de percusión, armonía y arreglo musical.







martes, 28 de mayo de 2013

La gente y las gentes...

Mario Vargas Llosa escribe en algunas de sus obras y en muchos de sus artículos la palabra “gentes”, pero no se encuentra en el diccionario, es decir, no existe en nuestro idioma, o no se ha registrado su uso en nuestrol idioma. Se ha entendido por mucho tiempo que “gente” es grupo de personas y decir “gentes” sería una redundancia ¿no?

Bien, pues la palabra “gente” en nuestro español es un sustantivo femenino que se emplea como colectivo y significa ‘personas’: La gente adoraba escucharlo. 

 Suele admitir un plural expresivo como sucede en algunas obras de Mario Vargas Llosa. Veamos el siguiente fragmento de su libro de ensayos La verdad de las mentiras: “El protagonista de Manhattan Transfer es Nueva York, ciudad que aparece en sus páginas como un hormiguero cruel y frustrante, donde imperan el egoísmo y la hipocresía y donde la codicia y el materialismo sofocan los sentimientos altruistas y la pureza de las gentes.”


Por otro lado, según se recoge en el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), en algunas zonas de Hispanoamérica, se usa también con el sentido de ‘persona o individuo’, sin la marca de colectivo: "Luis era una gente muy caballerosa". En este caso, es obligatoria la marca plural siempre y cuando se aluda a más de una persona: "Luis y Pedro eran unas gentes muy caballerosas"

Si bien la tierra es de quien la trabaja, como la lengua de quien la habla... para los desconfiados o ultracorrectos que dudan de la tradición oral y del sentido común, dejo la siguiente explicación de la Real Academia Español, la que nos rige en la lengua española, fija y da esplendor. 


gente. 1. En el español general, este sustantivo femenino se emplea como nombre colectivo no contable y significa ‘personas’:

«La gente acudía a su bar»(Obligado Salsa [Arg. 2002])

«En torno a nosotros había un grupo de gente joven que reía y voceaba» (Salisachs      Gangrena [Esp. 1975]). 

Como otros nombres colectivos, admite un plural expresivo, usado casi exclusivamente en la lengua literaria: 

«Fue ella quien me introdujo en las cosas, en las comidas, en las gentes de aquí» (Benedetti Primavera [Ur. 1982]).

La divergencia entre su referente (plural) y su número gramatical (singular) puede dar lugar a errores de concordancia

2. En el español de ciertas zonas de América, especialmente en México y varios países centroamericanos, se usa también con el sentido de ‘persona o individuo’, es decir, como sustantivo contable y no colectivo:

«Luis era una gente muy caballerosa» (Prensa [Nic.] 3.2.97)

con este sentido, su uso en plural es obligado cuando se desea aludir a más de una persona: 

«Alrededor de la tina, en la que podían caber cinco gentes, había muchas plantas» (Mastretta Vida [Méx. 1990]). 

En España solo es normal el uso de gente con referente singular en la expresión buena (o malagente, que también se documenta en el español americano: 

«Yo soy muy buena gente» (Gala Invitados [Esp. 2002]);
 «Tato, por su parte, no era mala gente» (ÁlvzGil Naufragios [Cuba 2002]).

3. En el español coloquial de muchos países de América se emplea también, como adjetivo o como sustantivo, con el sentido de ‘[persona] honesta, amable y servicial’ y ‘[persona] distinguida o de buena posición:

 «Sería conveniente que llamara al doctor Pereyda [...]; él es muy gente y seguramente no le cobrará» (Olivera Enfermera [Méx. 1991])

 «Ese es para mí menos que nada, aunque estos caballeros hablen de él como si fuera gente» (PigliaRespiración [Arg. 1980]).

Inteligencia musical en el contexto escolar



En el pensamiento científico siempre están presentes elementos de poesía. 
La ciencia y la música actual exigen de un proceso de pensamiento homogéneo.
 Albert Einstein

Tal parece que el ritmo corporal con el que somos concebidos queda impregnado por siempre en los seres humanos, pues vivimos con el ritmo, aún desde antes de nacer, a través de los latidos del corazón de nuestra madre y otros ritmos más sutiles como la respiración, el metabolismo, las ondas cerebrales. Los humanos somos seres musicales por naturaleza; si bien no todos somos capaces de hacer música, tenemos la capacidad para sentirla y gozarla.

Me da gusto compartir a ustedes como estudiantes y futuros docentes, lo relevante que resulta usar la inteligencia musical en los alumnos, a favor de su rendimiento académico y personal.

La inteligencia musical es la capacidad de expresarse mediante formas musicales, es un tipo de inteligencia muy poco desarrollado en los sistemas educativos tradicionales, los alumnos que la evidencian se sienten atraídos por los sonidos de la naturaleza y por todo tipo de melodías. Disfrutan siguiendo el compás con el pie, golpeando o sacudiendo algún objeto rítmicamente. Una de las grandes ventajas de la música es la variabilidad para destacar momentos tristes, alegres, de humor, ambientando hechos históricos, literarios, etc. Esta estimulación puede darse en los contextos de aprendizaje, sí, dentro de la escuela.

Música para la construcción de habilidades

La música favorece el desarrollo de habilidades físicas como mecanografiar, nadar o hacer ejercicio aeróbico, porque el ritmo musical da una mayor coordinación, regularidad y velocidad a la actividad. Así mismo, se han realizado experimentos en los que asignar una nota musical a cada letra del abecedario ayuda a la mejora de la ortografía en niños con dificultades de aprendizaje de la misma, o puede servir como estimulo del hábito de lectura si las poesías e historias a leer en el aula se acompañan de melodías fácilmente recordables. Desarrollamos el sentido del ritmo en la lectura, si damos a los niños lecturas sencillas para realizar a modo de coro.

La inteligencia musical también se hace evidente en el desarrollo lingüístico, por cuanto demanda del individuo proceso mentales que involucran la categorización de referencias auditivas y su posterior asociación con preconceptos: esto es, el desarrollo de una habilidad para retener estructuras lingüísticas y asimilarlas en sus realizaciones fonéticas, ya en su micro estructura (acentuación de palabras: afijos-morfología) como en su macro estructura (entonación en realizaciones mas largas: sintaxis).

Ayuda mucho, incluso, en otras áreas ajenas a ella como matemáticas, lenguaje, e incluso historia y geografía, pues la música puede apoyar o respaldar el contexto de acontecimientos y zonas geográficas. Los alumnos pueden desarrollar, a partir de las audiciones y de una sucinta explicación de las mismas o un título de partida sugerente, numerosos cuentos o poemas mientras escuchan una pieza concreta; hay un gran potencial en la música  para el desarrollo de visualización a partir de ella. Esto permite desarrollar la imaginación y concretarlas en producciones de escritura creativa.

Cómo establecer un ámbito de aprendizaje musical

La música tiene una estrecha vinculación con las emociones: utilizándola así durante la vida escolar también proporciona un medio de expresión con ricas posibilidades y ayuda a crear un entorno emocional positivo.

Desaparecen las etiquetas de “incapaz”, de “no se le da”, que tanto dañan y que montadas en el prejuicio hacen una profecía de fracaso en el alumno; minimiza los problemas de conducta, incrementa la autoestima y el humor, desarrolla habilidades de cooperación y liderazgo, y aumenta en un buen porcentaje el conocimiento.
 
Los momentos más efectivos para el uso de música en el aula son al entrar, al realizar lectura silenciosa, durante el trabajo individual de estudio, en evaluación y transición. Además hay que seleccionar música según los objetivos como para relajar (barroca), concentrar la atención (clásica), aumentar la energía (contemporánea).

Sólo me queda decir que todos somos seres musicales, por lo que el desarrollar dicha inteligencia beneficia en el dominio de habilidades y competencias físicas y mentales; para utilizar la música existen momentos claves que uno como docente debe distinguir y buscar la música adecuada de acuerdo a los objetivos perseguidos.

Los invito a que actúen ante esta iniciativa y vivan significativamente el proceso de enseñanza-aprendizaje. Yo les aseguro que si hacen esta labor obtendrán íntegros resultados. La vibración la traemos desde cada célula que hacen toda una sinfonía en cada uno de nosotros; traslademos ese ritmo a nuestro quehacer escolar en el desarrollo de las habilidades y competencias físicas y mentales. La música es nuestra mejor aliada.
 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Esencia y misión del maestro



Artículo publicado el 20 de octubre de 1939, en la Revista Argentina, y firmado por Julio Florencio Cortázar, profesor, graduado en letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta de Buenos Aires.

Escribo para quienes van a ser maestros en un futuro que ya casi es presente. Para quienes van a encontrarse repentinamente aislados de una vida que no tenía otros problemas que los inherentes a la condición de estudiante; y que, por lo tanto, era esencialmente distinta de la vida propia del hombre maduro. Se me ocurre que resulta necesario, en la Argentina, enfrentar al maestro con algunos aspectos de la realidad que sus cuatro años de Escuela Normal no siempre le han permitido conocer, por razones que acaso se desprendan de lo que sigue. Y que la lectura de estas líneas –que no tiene la menor intención de consejo- podrá tal vez mostrarles uno o varios ángulos insospechados de su misión a cumplir y de su conducta a mantener.

Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro tiende hasta la inteligencia, hacia el espíritu y finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Nada de esto es fácil. Lo hipócrita debe ser desterrado, y he aquí el primer duro combate; porque los elementos negativos forman también parte de nuestro ser. Enseñar el bien, supone la previa noción del mal, permitir que el niño intuya la belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña –yo diría mejor: del que construye descubriéndose pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa. Fracasa calladamente, sin que el mecanismo de nuestra enseñanza primaria se entere de su derrota; fracasa sin saberlo él mismo, porque no había tenido jamás el concepto de su misión. Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar «un maestro correcto». Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Algún maestro así habremos tenido todos nosotros. Pero ojalá que quienes leen estas líneas hayan encontrado también, alguna vez, un verdadero maestro. Un maestro que sentía su misión; que la vivía. Un maestro como deberían ser todos los maestros en la Argentina.

Lo pasado es pasado. Yo escribo para quienes van a ser educadores. Y la pregunta surge, entonces, imperativa: ¿Por qué fracasa un número tan elevado de maestros? De la respuesta, aquilatada en su justo valor por la nueva generación, puede depender el destino de las infancias futuras, que es como decir el destino del ser humano en cuanto sociedad y en cuanto tendencia al progreso.

¿Puede contestarse la pregunta? ¿Es que acaso tiene respuesta? Yo poseo mi respuesta, relativa y acaso errada. Que juzgue quien me lee. Yo encuentro que el fracaso de tantos maestros argentinos obedece a la carencia de una verdadera cultura que no se apoye en el mero acopio de elementos intelectuales, sino que afiance sus raíces en el recto conocimiento de la esencia humana, de aquellos valores del espíritu que nos elevan por sobre lo animal. El vocablo «cultura» ha sufrido como tantos otros, un largo malentendido. Culto era quien había cumplido una carrera, el que había leído mucho; culto era el hombre que sabía idiomas y citaba a Tácito; culto era el profesor que desarrollaba el programa con abundante bibliografía auxiliar. Ser culto era –y es, para muchos- llevar en suma un prolijo archivo y recordar muchos nombres...

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre –tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martín Heidegger- no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.

Así tiene que ser el maestro. Y ahora, esta pregunta dirigida a la conciencia moral de los que se hallan comprendidos en ella: ¿Bastaron cuatro años de Escuela Normal para hacer del maestro un hombre culto? No; ello es evidente. Esos cuatro años han servido para integrar parte de lo que yo denominé más arriba «largo estudio»; han servido para enfrentar la inteligencia con los grandes problemas que la humanidad se ha planteado y ha buscado solucionar con su esfuerzo: el problema histórico, el científico, el literario, el pedagógico. Nada más, a pesar de la buena voluntad que hayan podido demostrar profesores y alumnos; a pesar del doble esfuerzo en procura de un debido nivel cultural.

La Escuela Normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso. Parecerá cruel y acaso falso; pero un hondo buceo en la conciencia de cada uno probará que es harto cierto. La Escuela Normal da elementos, variados y generosos, crea la noción del deber, de la misión; descubre los horizontes. Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo. Aristóteles y Sócrates: he ahí las dos actitudes. Uno, la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; el otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad. Y, esto hay que creerlo, ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lecturas y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; nadie puede despertarse mañana y decir: «Sé muchas cosas y nada más». La mejor prueba de cultura suele darla aquél que habla muy poco de sí mismo; porque la cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca. Cuando se comprende lo que verdaderamente quiere decir Dios.
Al salir de la Escuela Normal, puede afirmarse que el estudio recién comienza. Queda lo más difícil, porque entonces se está solo, librado a la propia conducta. En el debilitamiento de los resortes morales, en el olvido de lo que de sagrado tiene es ser maestro, hay que buscar la razón de tantos fracasos. Pero en la voluntad que no reconoce términos, que no sabe de plazos fijos para el estudio, está la razón de muchos triunfos. En la Argentina ha habido y hay maestros: debería preguntárseles a ellos si les bastaron los cuatro años oficiales para adquirir la cultura que poseen. «El genio –dijo Buffon- es una larga paciencia». Nosotros no requerimos maestros geniales; sería absurdo. Pero todo saber supone una larga paciencia.

Alguien afirmó, sencillamente, que nada se conquista sin sacrificio. Y una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento . Pero yo he escrito estas líneas para los que han descubierto su tarea y su deber. Para los que abandonan la Escuela Normal con la determinación de cumplir su misión. A ellos he querido mostrarles todo lo que les espera, y se me ocurre que tanto sacrificio ha de alegrarnos. Porque en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte.

viernes, 10 de mayo de 2013

Hacia una calidad de nuestras escuelas

Los maestros somos los responsables de la educación en nuestras escuelas, el cambio cualitativo es asunto de cada una de ellas. Actualmente hay una preocupación por la calidad, y la función de la educación es crear seres humanos de calidad. Si bien se han logrado avances significativos al aumentar la matricula, disminuir el alfabetismo y elevar la escolaridad, esto se ha hecho son avances consecuentes en términos de calidad, aunado a esto una desigualdad entre países de América Latina.
Por educación de calidad se entiende que es el dominio de los códigos culturales básicos, de valores y actitudes, de resolver problemas y sobre todo, seguir aprendiendo; sin embargo la educación verdadera es la que ocurre en el interior de cada salón de clases. La sociedad y el estado nos responsabilizan de los resultados, pero lo cierto es que no todo depende de la educación, la familia y el curso de la sociedad vienen a impactar en las escuelas y es por ello que hay una incongruencia o revueltas por lo que se enseña en la escuela y lo que realmente ocurre al salir de ésta.
La calidad de la educación solo podrá mejorarse en forma real, en la medida en que se genere desde cada plantel, no sólo considerando los objetivos hacia adentro, sino también hacia afuera. Quien busca una calidad en educación, puede aplicar la filosofía de la calidad total en sus escuelas, adaptando esos fundamentos e ideas en la vida escolar. No olvidemos que la escuela es una prestadora de servicios, en nuestro caso educativo, por lo tanto no se encuentra aislada, pues depende de un sistema más amplio.
Según la filosofía es la calidad total, no se trata de hacer grandes cambios, sino de muchas pequeñas mejoras en todos los procesos, esto es posible tan solo con el deseo de mejorar, cosa que debe estar presente en todo ser humano; de lo contrario la falta de calidad representaría un problema social, porque propicia el cinismo y la frustración colectiva, la simulación de todos contra todos.



La escuela está dando una educación que consiste en sólo preparar al estudiante para subir al siguiente nivel y no para formar a un ser humano para enfrentar la vida, y esa no es la calidad que buscamos ofrecer a nuestros beneficiarios inmediatos que son los estudiantes, ni lo que esperan nuestros beneficiarios últimos que es la sociedad.




Los problemas se resuelven de raíz, el rezago escolar es para muchos el resultado de que los niños no aprenden, no ponen de su parte, son débiles mentales, pero no recapacitamos el hecho de que los maestros hacen poco por entender los problemas que tienen. Un movimiento hacia la calidad inicia con los problemas cercanos a nosotros. Cada escuela es única, la escuela típica no existe, la definen quienes en ella trabajan. Para la mejora de la calidad se comienza con priorizar un problema, identificar sus causas y movilizar el equipo para atacar de raíz estas causas; para solucionar un problema se requiere información, la información que la escuela entrega a los niveles de autoridad superiores sirve para conocer los problemas de la escuela. También debe saber cómo se encuentran los niveles de aprendizaje de sus alumnos y cómo evolucionan.
Buscar la calidad no es más que la satisfacción de nuestros beneficiarios y la mejor manera de tener en cuenta al beneficiario es hacerlo participar. En educación, no se puede entender la calidad sin una participación activa de todos ellos. Si consideramos que la escuela, comunidad y padres de familia pretenden lo mismo, estaremos de acuerdo en que el trabajo conjunto producirá más y mejores resultados. Es decir, que a pesar de que todos vemos desde diferentes perspectivas a la escuela, esperamos lo mismo: educación de calidad.
Bien lo dijo Sylvia Schmelkes, la escuela está en la comunidad y la comunidad está en la escuela; la comunidad está en la escuela, porque que el estudiante lleva sus problemas a las aulas y también está la comunidad en la escuela cuando los padres de familia se manifiestan adentro con sus expectativas, sus ideas y exigencias. Las experiencias de vinculación comunidad-escuela han demostrado que en poco tiempo, los esfuerzos en este sentido comienzan a rendir frutos. Aprenden los padres, y nosotros, como maestros, nos enriquecemos.
La calidad también requiere de liderazgo, es fácil identificar un líder, si se conocen sus características: debe ser alentador, dinámico, objetivo, debe dejar participar al equipo, sabe delegar funciones, fungir como auténtico líder, capaz de motivar, facilitar, estimular el proceso de mejoramiento de la calidad. El director debe ser capaz de desarrollar un plan, y al mismo tiempo mantener una presión coherente y constante sobre la escuela para que se lleve a cabo. El móvil fundamental del director, es satisfacer cada vez mejor las necesidades de los beneficiarios de la escuela.
Conclusiones
El principal beneficiario de la educación es, sin duda alguna, el alumno. Él es el receptor de todo esfuerzo educativo, y desde luego, de todo impulso para mejorar la calidad de la educación. El alumno es el que mejorará cualitativamente como resultado de procesos educativos mejorados. Este alumno requiere de dos tipos de servicios por parte de la escuela. Requiere de los servicios que le permitan irse desarrollando como persona pero también requiere que esos servicios le resulten útiles para su vida adulta.
El movimiento hacia una mejor calidad educativa debe partir del propósito de satisfacer al beneficiario. Para lograrlo, es necesario conocer mejor sus necesidades, sus expectativas, sus preocupaciones, sus insatisfacciones respecto al servicio que estamos ofreciendo. Toda organización también tiene beneficiarios internos. En el caso de la escuela, el ejemplo más claro del beneficiario interno es el maestro del grado siguiente, que recibirá a los alumnos del grado inmediato anterior.
La escuela no puede transformar de un instante la sociedad, pero sí puede contribuir a que la transformación sea de calidad, que se centre en la calidad de las personas, y que conduzca a una mejor calidad de vida, porque al final, la sociedad es beneficiaria también. La escuela debe definir su proceso de mejoramiento de la calidad priorizando lo que realmente aprenden los alumnos. En ello se sintetizan los requerimientos de los diversos beneficiarios de la escuela.
Efectivamente para mejorar un problema general primero debemos resolver los que están cercanos a nosotros, además no se puede generalizar en que todas las escuelas tienen los mismos problemas ya que cada una es distinta, pero pienso que no por eso signifique que se debe crear una forma diferente de atender a cada escuela lo que se podría hacer es que se puede ir adaptando de acuerdo con las necesidades de cada institución.