miércoles, 24 de abril de 2013

Del latín para acá

Alonso X "El sabio", rey de Castilla durante el siglo XIII, escribió en alguna de sus muchas obras una singular forma de referirse a la lengua imperante en su reino "Nuestro latín". Se refería a lo mismo que ahora escribo y ustedes leen, pero entonces el castellano no era siquiera un infante, apenas se le consideraba un lacayo de la más baja ralea.
A pesar de que los registros más antiguos del español se remontan al siglo XI (nos referimos a las glosas Silenses, de acuerdo con los señalamientos de Heinz Jörg Wolf respecto a las glosas Emilianenses, datadas a finales del siglo X), no sería sino hasta el año angular de 1492 que se le daría al español la dignidad de poseer una gramática. Esto debido a que el concepto "gramática" se reservaba antiguamente para el estudio del Latín puro. De hecho, ese volumen realizado por Antonio de Nebrija fue la primera gramática de una lengua "vulgar", es decir, de las lenguas modernas.
Dedicado a la reina Isabel "La Católica", el objetivo era establecer la estructura, funcionamiento y reglas de la lengua castellana para su mejor transmisión y conservación a lo largo y ancho de un imperio cuyas dimensiones ulteriores eran, al momento de su impresión, todavía una fantasía. A pesar de que esa fantasía habría de converstirse en colonial realidad, lo cierto es que la gramática de Nebrija no contó con la difusión y peso que él hubiera deseado, pues el libro no volvió a imprimirse sino hasta el siglo XVIII.
Pero el latín no lo es todo: la larga convivencia con la cultura árabe durante su asentamiento en la Península, entre el siglo VII y XVIII aproximadamente, tuvo sus consecuencias: se calcula que el 17 por ciento de nuestro léxico es de raíz arábiga, aún cuando no nos demos la más remota cuenta cuando decimos palabras como "almohada", "ojalá" y "almacén".
Otra fracción de nuestro vocabulario, además, proviene de las lenguas indígenas originarias de cada parte, y de esto sí somos conscientes cuando pedimos un "guacamole", calentamos el "comal" y nos calzamos los "huaraches" o comemos "chocolate" o masticamos "chicle". Y eso sin contar los muchos neologismos que el incesante y vertiginoso avance de la tecnología ha traído a nuestra habla cotidiana: "internet", "escanear" y "chatear" han corrido con más suerte y han tardado menos en ser incluidas en el diccionario que muchos americanismos.
 
infante: Pariente del rey que por gracia real obtiene el título de infante o infanta.
lacayo: Servil, rastrero, criado cuya principal ocupación era acompañar a su amo a pie, a caballo o en coche.
ralea: Especie, género, cualidad. Raza, casta o linaje de una persona.
glosas: notas manuscritas
glosas silenses: son comentarios en lengua romance peninsular realizados por copistas medievales en los márgenes de un texto en latín. Datan de finales del siglo XI.
glosas emilianenses: son pequeñas anotaciones manuscritas, realizadas en varias lenguas: latín, un romance hispánico (bien navarro-aragonés en su variedad riojana, bien castellano con elementos riojanos y euskera medieval), entre líneas o en los márgenes de algunos pasajes del códice latino Aemilianensis 60 a finales del siglo X o con más probabilidad a principios del siglo XI. La intención del monje copista era probablemente la de aclarar el significado de algunos pasajes del texto latino.
año angular: A considerable distancia, lejos, apartado.
ulteriores: Que se dice, sucede o se ejecuta después de otra cosa.
americanismo: Vocablo, giro o rasgo idiomático peculiar o procedente del inglés hablado en los Estados Unidos de América.

1 comentario:

  1. "El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos". Tomás Eloy Martínez

    ResponderEliminar